"Ver oir y callar"
(Jose Luis Jimenez)
Durante
mucho tiempo he pensado muchísimo sobre lo que conlleva tener una discapacidad
auditiva.
Ya sea una sordera total o una hipoacusia.
Quien me conoce de verdad sabe que para mí hablar de esto me resulta muy
difícil.
Tengo 32 años. 32 años viviendo con hipoacusia más una sordera total de mi
padre y una hipoacusia de mi madre.
Conozco muy bien el mundo del silencio por mi experiencia y la de mis padres.
No llevé audífono prácticamente hasta los 21 años.
Cierto es que los probé con 12 años y para mí aquello más que una ventaja era
una desventaja.
Hablamos de muchos años atrás, la cosa con los audífonos ha cambiado enormente.
Sólo os quiero poner en situación: antiguamente el audífono era como un micro
abierto que absorbía todos los sonidos a la vez.
Sonidos que te hacen volverte loca. Los rechacé por completo ya que dificultaba
más que ayudaba. En ese momento le sumamos una dificultad más: la emocional.
Con la llegada del audífono llegaron más burlas, insultos. Llegó un calvario
para mí.
Desde los 12 hasta los 21 me defendido y desenvuelto como he podido.
A los 21 se me abre la posibilidad de volver a probar y me juran y perjuran que
no será como aquella vez.
Parte del mundo se abrió ante mis pies. Empecé a escuchar sonidos que no
escuchaba, escuchar sonidos que ni siquiera sabía que sonaban así...
Simplemente empecé a escuchar.
Dicen que los insultos y humillaciones terminan cuando eres adulto. Creces, te
haces mayor y esas cosas ya no importan.
Dada mi experiencia: mentira.
Se abrió un mundo nuevo, pero seguía soportando las miradas, insultos...
Tienes que acostumbrarte, tienes que hacer lo que dice el refrán "VER, OIR
Y CALLAR"
Pasan los años y ves que nada cambia.
Que la inclusividad NO EXISTE.
Barreras de comunicación, barreras de accesibilidad, aislamiento social,
aislamiento familiar...
Yo tengo hipoacusia y soy oralista. Y no por ello me creo mejor que uno que sea
signante.
También sé lengua de signos.
Después de
32 años con todo este boom que nos ha llegado al mundo es cuando te das cuenta
que el mundo no ha cambiado nada.
Siguen
existiendo barreras de comunicación, siguen sin incluir a las personas sordas o
con hipoacusia en la sociedad.
El mundo está hecho y se está creando para el oyente.
El COVID 19 ha llegado para hacernos las cosas mucho más difíciles.
Las mascarillas nos han aislado del mundo al 100%. Nos han hecho ser
dependientes, nos han hecho que nos encerremos mucho más en el mundo del silencio.
Una discapacidad auditiva duele. No duele quizás físicamente. Pero sí por
dentro, que creo que es el peor dolor.
Un dolor físico tiene fecha de caducidad, el dolor que se lleva por dentro dura
mucho más. A veces se cura y deja cicatriz, pero a veces dura toda la vida.
-“Tenemos que ser comprensivos”- . El COVID está matando a miles y miles de
personas y lo comprendemos y aceptamos y llevamos las mascarillas. Pero da la
sensación que la humanidad no puede ser comprensivos con las personas que
tienen una discapacidad auditiva. Personal sanitario que se niega a facilitarte
un poco más la situación, policías que se agarran como a un clavo ardiendo a la
frase: "no se puede hacer nada. Son las normas"... y así hasta
infinidad de situaciones.
Nos encontramos en una situación en el que hasta los más pequeños se ven
afectados y piden un grito de socorro.
Niños y niñas en esta situación que van cada día a clase sin enterarse de casi
nada o de nada de sus clases.
Que pasan las horas haciendo doble esfuerzo para intentar seguir las clases.
Muchos de ellos lloran porque realmente lo tienen muy difícil, otros piden a
gritos soluciones porque les preocupa su futuro y quieren tener las mismas
condiciones que los demás.
Es muy triste que haya niños y niñas que no quieran ir al colegio por culpa de
una mascarilla.
Es muy triste que muchas personas con esta discapacidad se encierren más aun en
su mundo por la inseguridad que les trae esta "nueva normalidad".
-No es para tanto- pueden opinar algunas personas.
No, sí lo es. Es para mucho.
Que nadie me diga lo entiendo si no lo está pasando.
Porque de
verdad el dolor, la soledad, la inseguridad por mucho que lo quieras entender
es muy difícil poner sentirla.
Sólo pido y pedimos igualdad, que no se excluyan a estas personas (porque
antes de una discapacidad, son personas que sienten) que nos faciliten un
poquito la vida en esta situación tan difícil para todos.
Cuando acabe esto ya seguiremos con nuestras luchas diarias que ahora parece
que hayan perdido interés, pero que siguen estando.
By Kinki Pulguita