“Nadie puede usar la
palabra progreso si no tiene un credo definido y un férreo código moral… Porque
la misma palabra "progreso" indica una dirección; y en el mismo
momento en que, por poco que sea, dudamos respecto a la dirección, pasamos a
dudar en el mismo grado del progreso.”
(Gilbert Keith Chesterton)
Posiblemente no es el mejor momento para escribir, o tal vez
sí, no lo sé.
Ahora mismo lo único que siento es que necesito una pequeña
pausa de tanto trabajo y estudio. Pero solo una pequeña pausa, ya que mañana
hay que continuar con la rutina y es día de examen.
Utilizo esta pausa para pensar un poco en el progreso, en mi
progreso desde que empecé el curso. Un progreso que como bien dice mi
terapeuta, hay días que subo un escalón, me quedo en ese escalón, luego subo
dos escalones de golpe, para después bajar uno y cuando menos me lo espero de
repente, bajo cuatro escalones. Luego vuelvo a subir uno y me mantengo...
Y así sucesivamente
Me dado cuenta que esto no se aplica solo en mi tratamiento.
También existe en el progreso educativo y en el progreso de la vida.
Es curioso como desde que empecé el curso hasta ahora, mi
progreso educativo y mi progreso de la vida han ido cogidos de la mano.
Es posible que mis calificaciones no estés siendo como yo
esperaba. Pero también es verdad que tanto a nivel académico como a nivel
personal, tiendo a ponerme metas tan altas, que no me doy cuenta que me
perjudico a mi misma.
Siempre quiero más, necesito más. Porque quiero y necesito
destacar. Lo más triste de todo es que puedo estar destacando en otras cosas,
otras cualidades que no veo que están ahí y cuando alguien me felicita por
ello, tiendo a restarle importancia.
Empecé el curso con mucho miedo. Miedo al profesorado, a los
compañeros y compañeras, a un nuevo ambiente, a continuar siendo la enferma, la
chica problemática…
Pero la vida me ha dado una gran lección: no todo tiene que
ser igual.
No es ningún secreto que me sentido maltratada por muchos de
los docentes que he tenido, ni tampoco lo es el ataque continuo de compañeros y
compañeras. Ataque que deseaba que en algún momento fuese físico, porque el
dolor físico desaparece de la noche a la mañana.
Levantarte cada mañana y vestirte con tu mejor coraza, mentalizarte
una y otra vez que has de estar preparada para atacar ante cualquier ataque,
que no puedes bajar la guardia, porque cuando menos te lo esperes la piedra ya
te ha llegado y cuando te quieres dar cuenta, vuelves a estar herida.
Como bien he dicho, no todo tiene que ser igual.
Me encontrado con docentes magníficos, docentes que me
tratan como lo que soy, una persona humana. La mayor sorpresa ha sido la
aceptación del grupo de clase, el respeto, la humildad.
Es la primera vez que encuentro unos compañeros y compañeras
que no ven la problemática que otros veían en mí, no ven una discapacidad en mí,
no ven una diana en la frente y en la espalda a la que lanzar dardos
puntiagudos y piedras…
Antes de cualquier cosa, ven una persona. O al menos, eso es
lo que parece.
Ahora siento más seguridad en mí, ya no necesito ponerme mi
mejor coraza cada mañana, ya no necesito atacar cuando me siento atacada o al
menos, no siempre.
Quiero e intento disfrutar de lo que estoy estudiando,
disfrutar de personas magníficas que he llegado a conocer y ellas conocerme a
mí.
Y a pesar de los agobios, de la angustia de ese momento de
caos, de las crisis de ansiedad, quiero y necesito continuar dando pasitos
hacia adelante en mi progreso educativo y en mi progreso en la vida.
No quiero olvidarme de los logros que he conseguido en mi
largo tratamiento.
Si luchas por la vida se puede vivir, se puede salir de una
larga enfermedad.
Sé que habrá días malos, menos malos y muy malos. Pero empiezo
a aprender que siempre siempre siempre, prevalecen los días buenos y sobre
todo, los días muy buenos.
Y una vez más, me despido recordándome mi frase:
Seque viam lucis.
By Kinki Pulguita
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