14 de febrero de 2017

Progresos







“Nadie puede usar la palabra progreso si no tiene un credo definido y un férreo código moral… Porque la misma palabra "progreso" indica una dirección; y en el mismo momento en que, por poco que sea, dudamos respecto a la dirección, pasamos a dudar en el mismo grado del progreso.”


(Gilbert Keith Chesterton)


Posiblemente no es el mejor momento para escribir, o tal vez sí, no lo sé.

Ahora mismo lo único que siento es que necesito una pequeña pausa de tanto trabajo y estudio. Pero solo una pequeña pausa, ya que mañana hay que continuar con la rutina y es día de examen.

Utilizo esta pausa para pensar un poco en el progreso, en mi progreso desde que empecé el curso. Un progreso que como bien dice mi terapeuta, hay días que subo un escalón, me quedo en ese escalón, luego subo dos escalones de golpe, para después bajar uno y cuando menos me lo espero de repente, bajo cuatro escalones. Luego vuelvo a subir uno y me mantengo...

Y así sucesivamente

Me dado cuenta que esto no se aplica solo en mi tratamiento. También existe en el progreso educativo y en el progreso de la vida.

Es curioso como desde que empecé el curso hasta ahora, mi progreso educativo y mi progreso de la vida han ido cogidos de la mano.
Es posible que mis calificaciones no estés siendo como yo esperaba. Pero también es verdad que tanto a nivel académico como a nivel personal, tiendo a ponerme metas tan altas, que no me doy cuenta que me perjudico a mi misma.
Siempre quiero más, necesito más. Porque quiero y necesito destacar. Lo más triste de todo es que puedo estar destacando en otras cosas, otras cualidades que no veo que están ahí y cuando alguien me felicita por ello, tiendo a restarle importancia.

Empecé el curso con mucho miedo. Miedo al profesorado, a los compañeros y compañeras, a un nuevo ambiente, a continuar siendo la enferma, la chica problemática…

Pero la vida me ha dado una gran lección: no todo tiene que ser igual.

No es ningún secreto que me sentido maltratada por muchos de los docentes que he tenido, ni tampoco lo es el ataque continuo de compañeros y compañeras. Ataque que deseaba que en algún momento fuese físico, porque el dolor físico desaparece de la noche a la mañana.

Levantarte cada mañana y vestirte con tu mejor coraza, mentalizarte una y otra vez que has de estar preparada para atacar ante cualquier ataque, que no puedes bajar la guardia, porque cuando menos te lo esperes la piedra ya te ha llegado y cuando te quieres dar cuenta, vuelves a estar herida.

Como bien he dicho, no todo tiene que ser igual.

Me encontrado con docentes magníficos, docentes que me tratan como lo que soy, una persona humana. La mayor sorpresa ha sido la aceptación del grupo de clase, el respeto, la humildad.
Es la primera vez que encuentro unos compañeros y compañeras que no ven la problemática que otros veían en mí, no ven una discapacidad en mí, no ven una diana en la frente y en la espalda a la que lanzar dardos puntiagudos y piedras…
Antes de cualquier cosa, ven una persona. O al menos, eso es lo que parece.

Ahora siento más seguridad en mí, ya no necesito ponerme mi mejor coraza cada mañana, ya no necesito atacar cuando me siento atacada o al menos, no siempre.
Quiero e intento disfrutar de lo que estoy estudiando, disfrutar de personas magníficas que he llegado a conocer y ellas conocerme a mí.
Y a pesar de los agobios, de la angustia de ese momento de caos, de las crisis de ansiedad, quiero y necesito continuar dando pasitos hacia adelante en mi progreso educativo y en mi progreso en la vida.

No quiero olvidarme de los logros que he conseguido en mi largo tratamiento.
Si luchas por la vida se puede vivir, se puede salir de una larga enfermedad.
Sé que habrá días malos, menos malos y muy malos. Pero empiezo a aprender que siempre siempre siempre, prevalecen los días buenos y sobre todo, los días muy buenos.
Y una vez más, me despido recordándome mi frase:


Seque viam lucis.


By Kinki Pulguita




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