El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
(Marco Valerio Marcial)
Cuando aproximadamente han pasado 380.332.800 segundos,
6.338.880 minutos, 105.648 horas, 4.402 días, 628.86 semanas, 144.62 meses o lo
que es lo mismo…12.05 años…
De dolor, de un dolor que te invade el cuerpo entero. De
pies a cabeza, con todos sus órganos vitales, los no vitales, con todos sus
músculos, articulaciones, arterias, venas, huesos… cada parte de tu ser.
Cuando el dolor del cuerpo y el alma se unen y un día todo
ese dolor tan inmenso deja de doler, dejas de sentirlo, porque ya no queda nada
por sentir.
Cuando el dolor de todas esas horas acaba siendo tu mundo
entero y ya te rebosa por todos lados… y cada vez sientes más de cerca que todo
se acabó.
Que tal vez la resignación tiene que llegar hasta el fin de
mis días.
Y es que ha llegado un momento en que siento que hace mucho
tiempo dejé de ser una persona, para convertirme en un problema.
En un problema que ya nada le consuela. Ya no le consuela
escribir, ni enfadarse, ni hacer tantos largos a una piscina hasta quedarse sin
aliento. Ya no le consuela ni el llorar, gritar o simplemente perderse por el
monte. Ni tan solo pasear bajo la inmensa oscuridad de la noche…
Ya nada consuela.
Quieres encontrar algo con lo que consolarte, con lo que
volver a sentir, con lo que volver a sentirte una persona y no una absurda
nada.
Un cuerpo vacío.
Siento que en algún momento alguien abrió una pequeña
puertecita como en las jaulas en las que encierran a los pájaros, y todos esos
pájaros han encontrado una salida para huir.
Sí, alguien o algo abrió mi pequeña puerta de mi ser y todo
lo que se encontraba dentro de mi voló, huyó como los pájaros enjaulados.
Y ahora, en mi jaula ya no hay nada. No queda nada.
Vacío, simplemente vacío…y nada más.
by Kinki Pulguita
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